Si en la foto de arriba aciertas a divisar a un perro de blanco pelo algodonado deslizándose grácilmente por el cielo y soplando juguetonamente a las nubes, creo que has llegado al blog adecuado.

El poeta francés Paul Eluard dijo que hay otros mundos pero que están en éste. Yo también creo que en mi propio mundo hay muchos otros mundos. Desde las ventanas abiertas a mi imaginación veo entrelazarse entre sí a los mundos de mi mundo y, a su vez, unirse en frágil e imperfecta armonía con esos otros mundos que en el mundo son.

BLOGS DE JOAQUÍN JOSÉ FERNÁNDEZ DOMÍNGUEZ

sábado, 9 de mayo de 2015

Por una calle estrecha del amor




En este mundo donde cada persona es un mundo me invitaste al tuyo. Te asomaste al umbral para darme la bienvenida. Cuando en mi ademán tus ojos confundieron la pausa con la duda, te desvelaste por hacerme entrar… Ahora te has marchado de mí y aquí me tienes, sin saber qué hacer ni a dónde ir, en un mundo que no es el mío. Deambulando por la evocación de tus sombras, finjo buscar una salida, trazar un destino allí donde más se angosta mi camino.


[Poema en prosa inspirado por una fotografía tomada durante mi paseo por la calle Farnesio, en el barrio de Santa Cruz de Sevilla, en la mañana del 27 de marzo de 2015]

domingo, 3 de mayo de 2015

Epitafio para un bar de San Bernardo




Cuando otro miércoles de abril transites por el viejo puente aferrado a luciérnagas de cera, acuérdate de mí. Donde dicen que habita el olvido… allí seré la memoria de las sombras chinescas que el crepúsculo improvisara sobre la pared cuando procesioné por el alféizar de tu ventana… allí seré el sentimiento de fin de época que el artista callejero acertó a tatuar precipitadamente sobre los rescoldos de mi piel.

[Poema en prosa inspirado por una fotografía tomada durante mi paseo por el barrio de San Bernardo de Sevilla, en la gélida mañana  del 29 de diciembre de 2014]

miércoles, 11 de febrero de 2015

Anagnórisis de la uralita y el limonero




Dispongámonos pues a deambular, y sea el propio deambular de nuestro trayecto estación términi. Aun con precario aplomo, incursionemos en la ciudad por defecto y censemos esas otras ciudades que a compás troquelan su polimórfica estructura celular. Por la bisectriz de lo estable y lo fortuito, la dinámica de los pasos perdidos nos transportará hasta el umbral de lo microurbano; allí donde la empatía de la anacronía y el destierro se escribe con inédita sintaxis sobre renglones poligonales. Cuando seamos de nuevo niños, nos reconoceremos en la memoria de una efímera arquitectura de uralita donde una vez brotara el limonero.


[Poema en prosa inspirado por una fotografía tomada durante mi paseo por las calles interiores del Polígono San Pablo de Sevilla, en la fría pero soleada mañana del 2 de enero de 2015]

lunes, 2 de febrero de 2015

Visión ambulante de naranjo y palmera




Serenidad prosaica del naranjo al ras, entreverada por el lírico escorzo de la palmera en las alturas. Luminarias del caminante meridional. Deriva del transeúnte de intramuros. Elevación diáfana de la mirada.  Superación y trascendencia de la visión urbana. Afán del tacto mesetario aún sobre las mejillas. Tesón del que itinera sin premeditación por la hora primera.


[Poema en prosa inspirado por una fotografía tomada durante mi paseo por los Jardines de Murillo de Sevilla, en la gélida mañana del 29 de diciembre de 2014]

domingo, 10 de noviembre de 2013

Filosofía insular de Defoe: Antojo y contingencia de lo humano




A la caída de la tarde de noviembre, vuelvo la mirada hacia el frondoso palmeral que crece sobre el lomo de un preciado ejemplar de las “Aventuras de Robinson Crusoe” de Daniel Defoe; sus páginas parecen haber querido envejecer sintonizando justo la misma frecuencia cromática de las hojas de los árboles que, a contracorriente, se afanan por otoñar en el remedo primaveral que se asoma a mi ventana. En la Introducción General del libro, Carmen Bravo Villasante nos recuerda que “en todo ser humano hay un secreto anhelo de estar en una isla desierta (…) La isla evoca la lejanía, la evasión de la sociedad civilizada y de sus trabas, representa la total libertad. Es el ideal de la huida, el sueño utópico frente al cansancio de la sociedad con sus cargas insoportables. La isla desierta es la posibilidad de un total aislamiento” (pág. 11).

Como un efímero y antojadizo robinsón, con la frágil firmeza del que cree bastarse a sí mismo, siquiera por un instante, me anclo al espejismo, a la utopía, al anhelo secretamente abrigado, y presto mis oídos, abiertos de par en par, al canto resignadamente lúcido del filósofo de la insularidad:

“¡Cuán caprichosa es la vida humana y cómo nuestras pasiones varían con las circunstancias! Hoy queremos lo que mañana odiamos, huimos al día siguiente de lo que buscábamos ayer con avidez, deseando en este momento un objeto del cual quizá mañana no queramos acordarnos. ¿No era yo entonces un triste y vivo ejemplo de esta verdad; yo, cuya sola aflicción era el estar perdido detrás del inmenso Océano, privado de la sociedad de los hombres, sin amigos y condenado a lo que yo llamaba una vida contemplativa; yo, que me miraba como un ser que el cielo no había juzgado digno de contar entre los vivientes; yo, a quien la sola vista de uno de mis semejantes debía ser como una resurrección para mí y la más grande bendición que Dios pudiese concederme después de la salud eterna? La idea sola de ver a un hombre me hacía temblar y estaba pronto a esconderme en lo más recóndito de la tierra, al aspecto de aquella sombra, de aquella prueba muda de la huella de un hombre en la isla. ¡Tales son las vicisitudes de la vida humana, recurso fecundo de curiosas reflexiones!”

[Daniel Defoe. “Aventuras de Robinson Crusoe”. Edición de Carmen Bravo Villasante. Madrid: Editorial Legasa. Colección Clásicos de Aventuras. 1980. Pág. 159]


            

martes, 23 de julio de 2013

De la mentira, el ocio y el ciudadano integrado: Releyendo a Riccardo Campa





Releyendo estas noches estivales de inminencia vacacional al filósofo italiano Riccardo Campa, algunos de los fragmentos de su obra de 1980 “Las nuevas herejías” (Madrid: Ediciones  Istmo. Biblioteca de Estudios Críticos) siguen reverberando poderosos en mi mente, una vez cerradas las páginas del libro y en el difuso preámbulo del sueño, con el inusitado y desasosegante eco del aquí y ahora:


1. DE LA MENTIRA.

“La mentira, entendida como expediente del poder para inducir a las masas conquistadas con la actividad productiva a que defiendan el sistema de los ataques exteriores de los excluidos y de los desheredados, se configura como propaganda ideológica. La manipulación de los datos de la experiencia, de las realizaciones alcanzadas en algunos sectores de la vida asociada, tiene el objeto de dividir la comunidad, que se halla obligada a un pacto por aquella parte de ella misma que se libra de los beneficios y, por lo tanto, a las obligaciones del sistema de la producción. La histeria colectiva que provoca el sistema productivo implica, con períodos recurrentes, la indicción de verdaderas cruzadas ideológicas: la búsqueda de lo diverso, de lo extraño, se transforma en lucha contra el enemigo. Y puesto que cada uno de los que se adhieren a pacto social puede dejar de cumplir con sus compromisos, puede verse tentado a traicionar, el fantasma de la disolución está representado por los millones de espías potenciales que constituyen el conjunto civil y político de un pueblo”.

[Capítulo VII. La memoria y el olvido (págs. 140-141)]


2. DEL OCIO.

“La amplitud del tiempo libre de la cual se aspira a disponer en la sociedad contemporánea (…) contrasta con las condiciones de precariedad económica en las cuales se halla la mayor parte de la población del planeta. (…) Mientras en el siglo pasado la preocupación del hombre es la de inserirse en las estructuras operativas de los distintos sistemas políticos y anularse en el “éxito” determinativo del producto, en el mundo moderno, aun salvando e incluso reforzando tal derecho, éste aspira a administrar aquella parte de tiempo no comprometido en el ritmo productivo para sondear en el área de sus posibilidades de conocimiento. (…) El tiempo del ocio es el tiempo de las opciones, de las alternativas, de las inclinaciones. La pasión por algo no es sino  la elección de una idea respecto a otras que podrían prohibirle una existencia más intensa y prolongada en la cotidianidad. He ahí por qué el tiempo libre fluctúa entre la reacción y la anarquía: por una parte, en él se hace inmanente la crítica por lo adquisitivo, por lo “standard” consolidado por el principio del bienestar entendido  como un veredicto autoritario que es imposible desatender; por otra, él se identifica en un edicto individual, con un procedimiento arriesgado que propone nuevamente no el entendimiento, la legitimidad de las relaciones intersubjetivas para el logro de una meta social, sino la discrasia, la asistematicidad conceptual fuera de los ordenamientos políticos que garantizan la concordia y el bienestar”.

[Capítulo I. El ocio y la reflexión disgregada (págs. 17-18)]


3. DEL CIUDADANO INTEGRADO.

“El “hombre integral”, reconciliado con el ambiente, es un producto ideológico, un prototipo de atracción para las fuerzas latentes del ciudadano integrado que se agita en la sociedad homogeneizadora y desacralizada. El alto nivel de movilización y de especialización impone, además, la elaboración de un acondicionamiento psíquico que tienda a la conciliación del explotado con el explotador y a la identificación del débil con el agresor. La “personalidad integral” podría existir en casos excepcionales, pero en calidad de ser planificado puede representar sólo algo que se confunde con la propaganda que con él se hace. Para la sociedad actual, lo mismo que para todas las sociedades anteriores, cuanto más fuerte es la coacción hacia un conformismo listo a renegar ciertos aspectos de la realidad, tanto más el dolor (por ejemplo, el aislamiento del individuo como hereje, como enemigo) inevitablemente está ligado a la anulación de la remoción psicológica. Esta conexión, sin embargo, sirve a los objetivos de los déspotas, pues los hombres, sin una idea meditada de la meta final evitan dolorosas confrontaciones con ellos mismos, y siguen viviendo tranquilamente con falsa conciencia”.

[Capítulo X. La existencia diferida (pág. 206)] 

viernes, 29 de marzo de 2013

Imagen de Rafael Alberti en el Viernes Santo de Sevilla


                            Rafael Alberti fotografiado en el Aeropuerto de Barajas
                            el 27 de abril de 1977, fecha de su regreso del exilio
                            tras la Guerra Civil



                               Procesión del Cachorro a su paso por el Puente
                               de Triana en el Viernes Santo sevillano


En un Viernes Santo huérfano de desfiles procesionales, envuelto en la bruma y la llovizna, recupero un fragmento de una lectura que realicé el pasado mes de diciembre. En él, Jacobo Cortines, profesor titular jubilado del Departamento de Literatura Española de la Universidad de Sevilla, poeta y ensayista, entre otras ocupaciones, rememora el Viernes Santo de finales de los años 70 (Rafael Alberti retornó a España en 1977, después de un exilio de casi 40 años) en el que tuvo la oportunidad de conocer en persona al ilustre poeta gaditano de la Generación del 27,  mientras ambos presenciaban en el barrio de Triana el paso en procesión de uno de las figuras icónicas más representativas de la Semana Santa de Sevilla, el Cristo de la Expiración, conocido popularmente como “El Cachorro”:


“La imagen primera que tengo de Rafael Alberti fue la de su retorno, cuando un amigo me lo presentó en el Altozano viendo pasar al Cachorro. No crucé otras palabras con él que las de la estricta cortesía. ¿A cuántos le habrían presentado esa misma noche? ¿Qué le iba a decir? ¿Que le admiraba desde mis tiempos de estudiante? ¿Que había leído su “Marinero en tierra” con entusiasmo; “Sobre los ángeles”, con pasión; “A la pintura”, con fervor? Todo aquello sobraba. Tras despedirme, me quedé mirándolo entre la multitud, de la que se destacaba por su profusa melena blanca que le daba un aire de juvenil patriarca. Él estaba allí mezclado con el pueblo, como un poeta en la calle. Su imagen era muy distinta de aquellas que aparecían en los manuales de literatura, en las solapas de sus libros, en los estudios de la Generación con sus míticos compañeros. Había envejecido y engordado, pero su mirada conservaba la viveza de antaño”.

[Jacobo Cortines. “Imágenes de Rafael Alberti”. En el libro “Nuevas Separatas de Literatura, Arte y Música”. 2012]



                            Manuscrito de un poema del libro de Rafael Alberti "A la pintura" 
                              [Fuente: Página web oficial del poeta, www.rafaelalberti.es]