Si en la foto de arriba aciertas a divisar a un perro de blanco pelo algodonado deslizándose grácilmente por el cielo y soplando juguetonamente a las nubes, creo que has llegado al blog adecuado.

El poeta francés Paul Eluard dijo que hay otros mundos pero que están en éste. Yo también creo que en mi propio mundo hay muchos otros mundos. Desde las ventanas abiertas a mi imaginación veo entrelazarse entre sí a los mundos de mi mundo y, a su vez, unirse en frágil e imperfecta armonía con esos otros mundos que en el mundo son.

BLOGS DE JOAQUÍN JOSÉ FERNÁNDEZ DOMÍNGUEZ

martes, 20 de marzo de 2012

De California a Huelva: Postales para un exordio literario de la primavera



Por esas caprichosas leyes del azar que son tan del gusto del escritor estadounidense Paul Auster, justo el día que principia la primavera, el número XXV, con su romana elegancia, me susurra al oído que abra los libros "Las uvas de la ira" y "Platero y yo" por sus respectivos capítulos vigésimoquintos, para dar la bienvenida que se merece a la radiante y prometedora nueva estación:

"La primavera es hermosa en California. Valles en los que las frutas maduras son fragantes aguas rosas y blancas de un mar poco profundo. Luego los primeros zarcillos de las uvas, hinchándose desde las viejas vides nudosas, caen como una cascada y cubren los troncos. Las verdes colinas son redondeadas y suaves como senos (…) Y entonces las hojas salen en los árboles y los pétalos caen de los frutales y alfombran la tierra de rosa y blanco. Los centros de las flores se hinchan, crecen y se colorean: cerezasy manzanas, melocotones y peras, higos cuya flor se cierra sobre la fruta. Toda California se acelera con productos de la tierra y la fruta se hace pesada y las ramas se van inclinando poco a poco bajo el peso de la fruta".

[John Steinbeck. “Las uvas de la ira”, capítulo XXV]


"Salgo al huerto y canto gracias al Dios del día azul. ¡Libre concierto de picos, fresco y sin fin! La golondrina riza, caprichosa, su gorjeo en el pozo; silba el mirlo sobre la naranja caída; de fuego, la oropéndola charla, de chaparro en chaparro; el chamariz ríe larga y menudamente en la cima del eucalipto, y, en el pino grande, los gorriones discuten desaforadamente.

¡Cómo está la mañana! El sol pone en la tierra su alegría de plata y de oro; mariposas de cien colores juegan por todas partes; entre las flores, por la casa —ya dentro, ya fuera—, en el manantial. Por doquiera, el campo se abre en estallidos, en crujidos, en un hervidero de vida sana y nueva.

Parece que estuviéramos dentro de un gran panal de luz, que fuese el interior de una inmensa y cálida rosa encendida".

[Juan Ramón Jiménez. “La primavera”. “Platero y yo”, capítulo XXV]


Ilustran esta entrada dos cautivadoras postales antiguas: una de un huerto de naranjas en California, y otra del Paseo de Los Naranjos en Huelva.