Si en la foto de arriba aciertas a divisar a un perro de blanco pelo algodonado deslizándose grácilmente por el cielo y soplando juguetonamente a las nubes, creo que has llegado al blog adecuado.

El poeta francés Paul Eluard dijo que hay otros mundos pero que están en éste. Yo también creo que en mi propio mundo hay muchos otros mundos. Desde las ventanas abiertas a mi imaginación veo entrelazarse entre sí a los mundos de mi mundo y, a su vez, unirse en frágil e imperfecta armonía con esos otros mundos que en el mundo son.

BLOGS DE JOAQUÍN JOSÉ FERNÁNDEZ DOMÍNGUEZ

jueves, 26 de julio de 2012

Tereshkova en Sevilla, o la cosmogonía de una pared de bar




“Esto es, más o menos, lo que el hombre de nuestros días sigue siendo capaz de percibir de un modo directo: un trozo de tierra plana; sobre su cabeza, naturalmente, el cielo con pequeños objetos luminosos que brillan sobre él (…) ¿En virtud de qué proceso del raciocinio fueron disipándose en una lejanía cada vez más remota los estrechos límites visibles para el ojo humano, hasta el punto de que no hay ya mente capaz de concebir el tamaño de este Universo al que nos estamos refiriendo ahora, ni siquiera de imaginar la tremenda insignificancia de nuestro entorno físico al lado de él?”

[Isaac Asimov. “El Universo”. 1984]


“Y dentro del universo histórico (el único que, en cualquier sentido significativo, puede ser siempre el universo de libertad y realización), existen divisiones y fronteras que son reales y continuarán existiendo, incluso con el advenimiento de la libertad y la realización, porque todo placer, toda felicidad y humanidad se originan y viven en estas divisiones y fronteras”.

[Herbert Marcuse. “Amor mistificado: Juicio crítico de Norman O. Brow”. 1967]


“Los soviéticos han puesto en órbita a uno de sus cosmonautas, un joven piloto llamado Gagarin, adelantándose así a nuestros propios planes para enviar un hombre al espacio. Nuestro prestigio como nación ha recibido un contundente golpe simbólico, puesto que es probable que los cortos de entendederas del mundo se convenzan de que el sistema comunista puede reportar logros superiores a los nuestros, y que los cortos de entendederas de nuestro propio país, siempre un grupo a quien se puede apelar con éxito en tiempos de crisis, acaben por creer en la inferioridad de nuestros misiles nucleares. (…) El nuevo Presidente se enfrenta al peor de los ridículos ya que, mientras un astronauta soviético ha completado su vuelo alrededor de la órbita de nuestro planeta, nosotros hemos tenido que arreglárnoslas con chimpancés”.

[Jed Mercurio. “American Adulterer”. 2009. Mi traducción]



Que prácticamente cualquier bar de nuestro país constituye en sí un auténtico universo –delimitado por sus muros, puertas y ventanas y regido por idiosincrásicas leyes– es algo fácil de constatar mediante una simple observación superficial de su atmósfera. Por esta razón, el estudio del origen de sus rasgos característicos así como de su conducta evolutiva –es decir, la cosmogonía del bar– se presenta ante nosotros como una ciencia apasionante y compleja a partes iguales. Precisamente en una aplicación a pequeña escala de dicha ciencia me encuentro inmerso de un tiempo a esta parte: en el estudio de la cosmogonía de la pared de un bar de Sevilla. Nunca he cruzado las fronteras de dicho universo, nunca he puesto mis pies en su interior pero, sin embargo, he pasado caminando tres o cuatro veces junto a una de sus puertas, lo que me ha permitido llevar a cabo una exploración visual de la constelación de cuerpos celestes más asombrosa que creo que se pueda encontrar en una de las paredes de un bar andaluz. Donde, en condiciones normales esperaríamos hallar imágenes tópicas de lugares señeros de la ciudad, de vírgenes y santos, de toreros, futbolistas o artistas del flamenco, en el caso específico del Valentín’s Coffee, sito en la Avda. Emilio Lemos de la ciudad de Sevilla, nos topamos con una prodigiosa pared de la que cuelgan fotografías, de gran calidad y perfectamente enmarcadas, de una pléyade de destacados personajes de la cultura mundial –en su sentido más amplio– de ayer, hoy y siempre: Schopenhauer, Marcuse, Foucault, Derrida, Cioran, Woody Allen, Montgomery Clift, Houdini, Camus, Oscar Wilde, Dostoievski, y así hasta completar un todavía largo etcétera. Para concluir, me detendré por un momento en la observación del astro que más me cautiva de todos aquellos que integran la curiosa configuración estelar del Valentín’s Coffee: Valentina Tereshkova. Nacida en 1937 en la ciudad rusa de Malesnnikovo, Tereshkova se convirtió en el año 1963, y a bordo de la nave Vostok 6, en la primera mujer que viajó como cosmonauta al espacio, mérito éste que le valió ser reconocida oficialmente como “Héroe de la Unión Soviética”. Su posterior designación en 1968 como Presidenta del Comité de Mujeres Soviéticas sería lo que, varios años después, propiciaría la histórica fotografía con la que ilustro la presente entrada, y que constituye una prueba fehaciente de las curiosas asociaciones que, quizá por el azar o la necesidad, se producen a veces por debajo de la bóveda celeste: en el mes de agosto del año 1973, en Berlín, por entonces Alemania del Este, con motivo de la celebración del 10º Festival Mundial de la Juventud, coinciden, hombro con hombro, dos poderosos iconos para muchas mujeres y jóvenes del momento: la rusa Valentina Tereshkova, laureada primera cosmonauta de la historia, y la estadounidense Angela Davis, famosa política comunista, activista afroamericana,  profesora de filosofía e intelectual comprometida. Cerrando la órbita del pequeño viaje cósmico aquí emprendido reseñaré la circunstancia de que Angela Davis llegó a ser alumna en la Universidad de Brandeis (Massachusetts) del filósofo judío-alemán Herbert Marcuse, otro de los astros del microcosmos de la pared del Valentín’s Coffee, según señalé con anterioridad, y autor de una de las tres citas que encabezan mi texto.