“Esto es, más o menos, lo que el
hombre de nuestros días sigue siendo capaz de percibir de un modo directo: un
trozo de tierra plana; sobre su cabeza, naturalmente, el cielo con pequeños
objetos luminosos que brillan sobre él (…) ¿En virtud de qué proceso del
raciocinio fueron disipándose en una lejanía cada vez más remota los estrechos
límites visibles para el ojo humano, hasta el punto de que no hay ya mente
capaz de concebir el tamaño de este Universo al que nos estamos refiriendo
ahora, ni siquiera de imaginar la tremenda insignificancia de nuestro entorno
físico al lado de él?”
[Isaac Asimov. “El Universo”.
1984]
“Y dentro del universo histórico
(el único que, en cualquier sentido significativo, puede ser siempre el
universo de libertad y realización), existen divisiones y fronteras que son
reales y continuarán existiendo, incluso con el advenimiento de la libertad y
la realización, porque todo placer, toda felicidad y humanidad se originan y
viven en estas divisiones y fronteras”.
[Herbert Marcuse. “Amor
mistificado: Juicio crítico de Norman O. Brow”. 1967]
“Los soviéticos han puesto en
órbita a uno de sus cosmonautas, un joven piloto llamado Gagarin, adelantándose
así a nuestros propios planes para enviar un hombre al espacio. Nuestro
prestigio como nación ha recibido un contundente golpe simbólico, puesto que es
probable que los cortos de entendederas del mundo se convenzan de que el
sistema comunista puede reportar logros superiores a los nuestros, y que los
cortos de entendederas de nuestro propio país, siempre un grupo a quien se
puede apelar con éxito en tiempos de crisis, acaben por creer en la
inferioridad de nuestros misiles nucleares. (…) El nuevo Presidente se enfrenta
al peor de los ridículos ya que, mientras un astronauta soviético ha completado
su vuelo alrededor de la órbita de nuestro planeta, nosotros hemos tenido que
arreglárnoslas con chimpancés”.
[Jed Mercurio. “American
Adulterer”. 2009. Mi traducción]
Que prácticamente cualquier bar
de nuestro país constituye en sí un auténtico universo –delimitado por sus
muros, puertas y ventanas y regido por idiosincrásicas leyes– es algo fácil de
constatar mediante una simple observación superficial de su atmósfera. Por esta
razón, el estudio del origen de sus rasgos característicos así como de su
conducta evolutiva –es decir, la cosmogonía del bar– se presenta ante nosotros
como una ciencia apasionante y compleja a partes iguales. Precisamente en una
aplicación a pequeña escala de dicha ciencia me encuentro inmerso de un tiempo
a esta parte: en el estudio de la cosmogonía de la pared de un bar de Sevilla.
Nunca he cruzado las fronteras de dicho universo, nunca he puesto mis pies en
su interior pero, sin embargo, he pasado caminando tres o cuatro veces junto a
una de sus puertas, lo que me ha permitido llevar a cabo una exploración visual
de la constelación de cuerpos celestes más asombrosa que creo que se pueda
encontrar en una de las paredes de un bar andaluz. Donde, en condiciones
normales esperaríamos hallar imágenes tópicas de lugares señeros de la ciudad,
de vírgenes y santos, de toreros, futbolistas o artistas del flamenco, en el
caso específico del Valentín’s Coffee, sito en la Avda. Emilio Lemos de la
ciudad de Sevilla, nos topamos con una prodigiosa pared de la que cuelgan fotografías,
de gran calidad y perfectamente enmarcadas, de una pléyade de destacados
personajes de la cultura mundial –en su sentido más amplio– de ayer, hoy y
siempre: Schopenhauer, Marcuse, Foucault, Derrida, Cioran, Woody Allen, Montgomery
Clift, Houdini, Camus, Oscar Wilde, Dostoievski, y así hasta completar un todavía
largo etcétera. Para concluir, me detendré por un momento en la observación del
astro que más me cautiva de todos aquellos que integran la curiosa configuración
estelar del Valentín’s Coffee: Valentina Tereshkova. Nacida en 1937 en la
ciudad rusa de Malesnnikovo, Tereshkova se convirtió en el año 1963, y a bordo
de la nave Vostok 6, en la primera mujer que viajó como cosmonauta al espacio,
mérito éste que le valió ser reconocida oficialmente como “Héroe de la Unión
Soviética”. Su posterior designación en 1968 como Presidenta del Comité de
Mujeres Soviéticas sería lo que, varios años después, propiciaría la histórica
fotografía con la que ilustro la presente entrada, y que constituye una prueba
fehaciente de las curiosas asociaciones que, quizá por el azar o la necesidad,
se producen a veces por debajo de la bóveda celeste: en el mes de agosto del año
1973, en Berlín, por entonces Alemania del Este, con motivo de la celebración
del 10º Festival Mundial de la Juventud, coinciden, hombro con hombro, dos
poderosos iconos para muchas mujeres y jóvenes del momento: la rusa Valentina
Tereshkova, laureada primera cosmonauta de la historia, y la estadounidense
Angela Davis, famosa política comunista, activista afroamericana, profesora de filosofía e intelectual
comprometida. Cerrando la órbita del pequeño viaje cósmico aquí emprendido
reseñaré la circunstancia de que Angela Davis llegó a ser alumna en la Universidad
de Brandeis (Massachusetts) del filósofo judío-alemán Herbert Marcuse, otro de
los astros del microcosmos de la pared del Valentín’s Coffee, según señalé con
anterioridad, y autor de una de las tres citas que encabezan mi texto.
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