
En el año 1979 el común de los mortales vivía sin PC, internet, e-mail, Facebook, teléfono móvil, etc. En ese mismo año 1979 el filósofo italiano Riccardo Campa (en la foto) debió de tomar prestada la Máquina del Tiempo de H. G. Wells y venir a echarnos un vistazo:
“El progreso tecnológico y una especie de infantilismo tejen la trama del impulso y de la dimensión social del hombre moderno; éste es, a la vez, siempre más fuerte y más indefenso; y no puede recurrir a una espiral de remedios que lo encierran en un contexto de relaciones virtuales, desvanecidas, que no puede renegar. Se ve obligado a vivir una “existencia diferida”, cargada de signos y de perspectivas. Esto explica la poca capacidad de control del yo con relación a las innumerables posibilidades que logra representar, casi siempre ficticiamente y a posteriori: su negación, su conversión en lo opuesto y su proyección al exterior promueven actitudes antisociales y disolventes. La satisfacción parcial de sus propias tendencias universaliza al individuo, lo eleva a la categoría de mártir y adepto de una casta secreta e inmensa.”
[Riccardo Campa (1979) “Las nuevas herejías”, pp. 202-3]
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