Si en la foto de arriba aciertas a divisar a un perro de blanco pelo algodonado deslizándose grácilmente por el cielo y soplando juguetonamente a las nubes, creo que has llegado al blog adecuado.

El poeta francés Paul Eluard dijo que hay otros mundos pero que están en éste. Yo también creo que en mi propio mundo hay muchos otros mundos. Desde las ventanas abiertas a mi imaginación veo entrelazarse entre sí a los mundos de mi mundo y, a su vez, unirse en frágil e imperfecta armonía con esos otros mundos que en el mundo son.

BLOGS DE JOAQUÍN JOSÉ FERNÁNDEZ DOMÍNGUEZ

jueves, 1 de septiembre de 2011

Carver, levitación y lluvia de septiembre





Primer día de actividad tras las vacaciones estivales. Es un día extraño que contiene las dosis justas de extrañeza que la vuelta a la normalidad puede admitir, aunque quizá potenciadas por la contumaz presencia de una tormenta de verano que dibuja de postal de invierno la ciudad. El cerrado microcosmos del autobús parece haberse dividido en dos bandos irreconciliables: los que aún lucen moreno playero en vías de extinción y llevan manga corta y los que esconden su blancura urbanita tras las hojas de la prensa gratuita y han tirado precipitadamente de fondo de armario otoñal. Un día que prometía pocas emociones da de pronto un giro inesperado. Mientras hago las copias del examen que tengo que realizar, dirijo la mirada hacia el desvencijado mueble que alberga el bookcrossing, más utilitario que altruista, que se practica en mi departamento. Entre viejas y polvorientas revistas carentes de interés alguno encuentro un ejemplar en el original inglés de 'Cathedral', el famoso libro de historias cortas de Raymond Carver, una aguja encontrada en un pajar, sin duda. Terminado el examen, recorro las fantasmagóricas baldosas de un desolado pasillo. De pasada, puedo ver a dos personas con semblante de alumnos extranjeros despistados mirando hacia el interior de un aula. En rústico e improvisado cartel pegado en la puerta de la misma reza lo siguiente: “No poner los pies en el suelo”. El añejo piso de desvencijadas láminas de madera acaba de ser barnizado. Hasta ahora conocía el Aula de la Experiencia, concebida para hacer llegar los saberes universitarios a las personas mayores. Leído lo leído en el cartel en cuestión, parece que este año se inaugura el Aula de la Levitación; espero que haya suficientes levitadores dispuestos a matricularse que justifiquen la celebración de la misma. Ya en la calle, la lluvia de septiembre va trazando a golpe de líquidos círculos en el suelo la resbaladiza vereda que me lleva hasta la parada del autobús para volver a casa. A media parada le falta el techo, así que me resguardo en la otra mitad. Amenizo la espera del público vehículo viendo cómo los apresurados viajeros que llegan a la parada al cobijo de su paraguas suspiran aliviados y lo cierran, para de inmediato comprobar sorprendidos que siguen mojándose. Han elegido el lado equivocado del imperfecto elemento de mobiliario urbano. El centímetro cuadrado de suelo en el lado en que me encuentro empieza a pagarse bien caro. Ojeo la contraportada del libro de Carver y leo que en sus historias el autor estadounidense nos revela el mundo tal y como él lo ve. En el interior descubro en muchas páginas las anotaciones al margen del antiguo propietario. En varias se repite la palabra “epifanía”. Yo he escrito aquí de lo que he visto hoy: la epifanía de una ciudad que a regañadientes recupera su pulso normal.

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