Si en la foto de arriba aciertas a divisar a un perro de blanco pelo algodonado deslizándose grácilmente por el cielo y soplando juguetonamente a las nubes, creo que has llegado al blog adecuado.

El poeta francés Paul Eluard dijo que hay otros mundos pero que están en éste. Yo también creo que en mi propio mundo hay muchos otros mundos. Desde las ventanas abiertas a mi imaginación veo entrelazarse entre sí a los mundos de mi mundo y, a su vez, unirse en frágil e imperfecta armonía con esos otros mundos que en el mundo son.

BLOGS DE JOAQUÍN JOSÉ FERNÁNDEZ DOMÍNGUEZ

jueves, 28 de marzo de 2013

Inishmore y Capri, islas en el tiempo cósmico


                                      Acantilados de Dún Aengus, en Inishmore
                                      (Islas Arán, Irlanda)


                                     Fotograma del documental "Hombres de Arán",
                                     realizado por Robert Flaherty en 1934


                                         Los Farallones de Capri (Italia)


“Oh Innisfree, isla mía, vuelvo a ti desde los años pasados en el gélido mar…”

“De nuevo están al aire libre (…) rodeados de restos de eternidad y del destino”

[Joseph McBride y Michael Wilmington. “Irlanda. El Hombre Tranquilo y The Rising of the Moon”. Capítulo 6 del libro “John Ford”. 1996]


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Allá por mediados de un ya lejano mes de enero, crucé longitudinalmente una nevada y silente isla de Irlanda en un autobús de pasajeros que cubría la línea Dublín-Galway, haciendo escala en desperdigadas poblaciones que parecían retener aún mucho del pintoresco atractivo de la tranquilidad fordiana. Llegado a mi destino, un algo destartalado microbús me condujo hasta un coqueto embarcadero, en algún lugar de la Bahía de Galway, donde tomé un pequeño ferry. Tras una hora de travesía y con los sentidos aguzados por la brusca caricia de gélidos aires marinos, divisé entre un velo de bruma el difuminado contorno de Inishmore, la mayor de las tres islas que componen el archipiélago de Arán. Tras tomar tierra, emprendí un largo trayecto a pie rumbo a Dún Aengus, uno de los principales atractivos del lugar, durante el cual recorrí extensos campos parcelados con ancestrales muros de piedras, que se apilaban en el perfecto equilibrio procurado por la inmemorial argamasa de los tiempos. Al topar con uno de los finales- o principios, según se mire- de la verde y pétrea isla, se desplegó ante mis ojos en todo su esplendor un conjunto de descomunales acantilados. La singular formación de rocosos taludes brindaba al caminante que hasta allí se aventuraba espectaculares vistas sobre un Atlántico que entreveraba de turquesa y esmeralda el incesante tesón de sus bravías aguas. Asomado a aquella sobrecogedora balconada natural, cuyos inciertos límites parecían querer prefigurar en la mente del espectador el vocablo “América”, y en la firme y secreta convicción de estar siendo escrutado a la vez por todos los siglos transcurridos desde la Edad de Bronce, experimenté el vértigo que trae consigo la contemplación de la belleza primordial cobijada en lo inefable. El adusto silencio que lo envolvía todo sonaba a incesante romper de olas, las olas del mismo mar contra el que a diario pleitearan tiempo ha en sus precarias embarcaciones los míticos “Hombres de Arán” de Robert Flaherty. Arqueología del sentimiento, no-tiempo, eternidad, tiempo cósmico: seamos aquí profundamente compasivos con la futilidad de las palabras, sencillamente incapaces de expresar aquello que desborda e inutiliza los torpes rudimentos con los que el hombre cree medir el tiempo en el vano afán de demostrar su existencia. 
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“Otro de los conceptos relacionados con el tiempo que creemos entender es el “paso” del mismo. Es obvio que el tiempo es un concepto unidimensional: podemos relacionarlo con un pasado, con un presente y con un futuro. En consecuencia, pudiera parecer que se asemeja a un río infinito que fluye eternamente –el “río del tiempo”-. Pero los físicos no ven las cosas de ese modo; señalan que no podemos medir el paso del tiempo. Los relojes no miden este paso; sólo miden intervalos de tiempo. Nosotros asignamos a estos intervalos unos números, (…) pero un reloj no nos dice con qué velocidad “cruzamos” los diversos intervalos de tiempo. (…) Un reloj es incapaz de cumplir semejante función”.

[Barry Parker. "El sueño de Einstein". 1994]


“En el presente psicológico hay dos factores que no son necesarios en la definición del tiempo físico: la memoria y la consciencia. Tanto uno como otro pertenecen a un tiempo propio de cada mente individual. Sólo tiene sentido dentro de un contexto humano, en una realidad “viva”, es decir, en una duración. El presente psicológico tiene muy poco que ver con la inmensa extensión del tiempo cósmico, que se mide por cantidades inconcebibles para nuestra consciencia, un tiempo billonario cuya medida nos da igual que se defina como finita o infinita. No es posible, psicológicamente, relacionar la realidad de cada día individual comparándola con otras realidades inertes, objetivas, pero desprovistas de proporción humana”.

[Manuel Criado del Val. "La imagen del tiempo: verbo y relatividad". 1992]


“Reemprendo la marcha y poco tiempo después la senda da un giro de ballesta y me encuentro con los farallones. Allí, abajo, en medio de un mar de lapislázuli. Cambio de rumbo y tomo el camino que desemboca en una larga y prolongada escalera de piedra que lleva a una cala. Yo me quedo a mitad del mismo, en un pequeño mirador protegido por troncos mal clavados. Está al borde de un despeñadero. Me apoyo confiado sobre la madera y contemplo los dos imponentes farallones, el del medio y el del mar adentro (…) Pocos balcones habrá en el mundo como éste. En pocos museos habrá una pieza paisajística semejante, ni siquiera las maravillosas rocas de Andrea Mantegna. Aquí observo la naturaleza prisionera de su propia melancolía. Miles de años encadenada a su belleza y eternidad (…) Mi vida se apoya en estos dos peñascos que han sido lamidos por la historia sin que en ella hayan participado. Quizás, por este motivo, permanecen tal cual surgieron de la creación o de lo que se le asemeje. Desde mi observatorio sereno, miro pasar los veleros que dejan blancas estelas  (…) Es este viento huidizo, son esos pájaros planeando desde los escarpados nidos, es esta atávica indolencia del tiempo detenido”.

[César Antonio Molina. “El añil de Capri”. En el libro “Donde la eternidad envejece”. 2012]


Vídeo de presentación del documental “How the Myth was Made: A Study of Robert Flaherty’s Man of Aran”, realizado en 1978 por George C. Stoney, James Brown y Paul Barnes.








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