Releyendo estas noches estivales
de inminencia vacacional al filósofo italiano Riccardo Campa, algunos de los
fragmentos de su obra de 1980 “Las nuevas herejías” (Madrid: Ediciones Istmo. Biblioteca de Estudios Críticos) siguen
reverberando poderosos en mi mente, una vez cerradas las páginas del libro y en
el difuso preámbulo del sueño, con el inusitado y desasosegante eco del aquí y ahora:
1. DE LA MENTIRA.
“La mentira, entendida como
expediente del poder para inducir a las masas conquistadas con la actividad
productiva a que defiendan el sistema de los ataques exteriores de los
excluidos y de los desheredados, se configura como propaganda ideológica. La
manipulación de los datos de la experiencia, de las realizaciones alcanzadas en
algunos sectores de la vida asociada, tiene el objeto de dividir la comunidad,
que se halla obligada a un pacto por aquella parte de ella misma que se libra
de los beneficios y, por lo tanto, a las obligaciones del sistema de la
producción. La histeria colectiva que provoca el sistema productivo implica,
con períodos recurrentes, la indicción de verdaderas cruzadas ideológicas: la
búsqueda de lo diverso, de lo extraño, se transforma en lucha contra el
enemigo. Y puesto que cada uno de los que se adhieren a pacto social puede dejar
de cumplir con sus compromisos, puede verse tentado a traicionar, el fantasma
de la disolución está representado por los millones de espías potenciales que
constituyen el conjunto civil y político de un pueblo”.
[Capítulo VII. La memoria y el
olvido (págs. 140-141)]
2. DEL OCIO.
“La amplitud del tiempo libre de
la cual se aspira a disponer en la sociedad contemporánea (…) contrasta con las
condiciones de precariedad económica en las cuales se halla la mayor parte de
la población del planeta. (…) Mientras en el siglo pasado la preocupación del
hombre es la de inserirse en las estructuras operativas de los distintos
sistemas políticos y anularse en el “éxito” determinativo del producto, en el
mundo moderno, aun salvando e incluso reforzando tal derecho, éste aspira a
administrar aquella parte de tiempo no comprometido en el ritmo productivo para
sondear en el área de sus posibilidades de conocimiento. (…) El tiempo del ocio
es el tiempo de las opciones, de las alternativas, de las inclinaciones. La pasión
por algo no es sino la elección de una
idea respecto a otras que podrían prohibirle una existencia más intensa y
prolongada en la cotidianidad. He ahí por qué el tiempo libre fluctúa entre la
reacción y la anarquía: por una parte, en él se hace inmanente la crítica por
lo adquisitivo, por lo “standard” consolidado por el principio del bienestar
entendido como un veredicto autoritario
que es imposible desatender; por otra, él se identifica en un edicto
individual, con un procedimiento arriesgado que propone nuevamente no el
entendimiento, la legitimidad de las relaciones intersubjetivas para el logro
de una meta social, sino la discrasia, la asistematicidad conceptual fuera de
los ordenamientos políticos que garantizan la concordia y el bienestar”.
[Capítulo I. El ocio y la
reflexión disgregada (págs. 17-18)]
3. DEL CIUDADANO INTEGRADO.
“El “hombre integral”,
reconciliado con el ambiente, es un producto ideológico, un prototipo de
atracción para las fuerzas latentes del ciudadano integrado que se agita en la
sociedad homogeneizadora y desacralizada. El alto nivel de movilización y de
especialización impone, además, la elaboración de un acondicionamiento psíquico
que tienda a la conciliación del explotado con el explotador y a la
identificación del débil con el agresor. La “personalidad integral” podría
existir en casos excepcionales, pero en calidad de ser planificado puede
representar sólo algo que se confunde con la propaganda que
con él se hace. Para la sociedad actual, lo mismo que para todas las sociedades
anteriores, cuanto más fuerte es la coacción hacia un conformismo listo a
renegar ciertos aspectos de la realidad, tanto más el dolor (por ejemplo, el
aislamiento del individuo como hereje, como enemigo) inevitablemente está ligado
a la anulación de la remoción psicológica. Esta conexión, sin embargo, sirve a
los objetivos de los déspotas, pues los hombres, sin una idea meditada de la
meta final evitan dolorosas confrontaciones con ellos mismos, y siguen viviendo
tranquilamente con falsa conciencia”.
[Capítulo X. La existencia
diferida (pág. 206)]
Un saludo
ResponderEliminar- donde podría verificar el texto atribuido a Paul Eluard -
hay otros mundos pero que están en éste.
“Hay otros mundos, pero están en éste. Hay otras vidas, pero están en ti”
añado en francés
Eliminar«Il y a d'autres mondes, mais ils sont en celui-ci »
Paul Éluard