Si en la foto de arriba aciertas a divisar a un perro de blanco pelo algodonado deslizándose grácilmente por el cielo y soplando juguetonamente a las nubes, creo que has llegado al blog adecuado.

El poeta francés Paul Eluard dijo que hay otros mundos pero que están en éste. Yo también creo que en mi propio mundo hay muchos otros mundos. Desde las ventanas abiertas a mi imaginación veo entrelazarse entre sí a los mundos de mi mundo y, a su vez, unirse en frágil e imperfecta armonía con esos otros mundos que en el mundo son.

BLOGS DE JOAQUÍN JOSÉ FERNÁNDEZ DOMÍNGUEZ

lunes, 18 de julio de 2011

"Maldigo las guerras": El Planeta de los Desaparecidos



PRÓLOGO.

Tristes guerras …

Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.

Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.

Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes.

[Miguel Hernández. “Cancionero y romancero de ausencias”]


En el año 2002 el periodista y escritor Rafael Torres publicaba su obra “Desaparecidos”. En su contraportada puede leerse lo siguiente: “Este libro supone la primera monografía sobre nuestros desaparecidos, cuyo relato discurre por los territorios del horror y se detiene en las diversas estaciones en las que miles de rostros se dejaron ver por última vez”. Para mí y me imagino que para la mayoría de los lectores, el libro de Torres supuso un contundente aldabonazo en la conciencia, la cual despertó de sopetón a una terrible y paradójica realidad: durante muchos años, los españoles habíamos seguido horrorizados las impactantes noticias que sobre miles y miles de desaparecidos nos llegaban de Chile, Argentina, El Salvador, Guatemala, Bosnia, Ruanda o Irak, olvidando o quizá no queriendo recordar que nuestros pies pisaban la misma tierra que servía de inmensa fosa común a los miles y miles de desaparecidos durante nuestra propia Guerra Civil de 1936-1939 y la feroz e implacable represión que siguió a la misma. En el inicio del segundo capítulo (pp. 82-3), escribe Rafael Torres lo siguiente:

En la víspera de instalarse en las zonas peninsulares donde triunfó, el Golpe de Estado había exhibido su atroz preámbulo en el Protectorado español de Marruecos, de donde, a lomos de los aviones de transporte cedidos por Mussolini, iniciarían la invasión de España las tropas mercenarias (Regulares, mehalas, harkas, policía indígena y Legión Extranjera) de los rebeldes.

No bien en la Península se habían recibido, confusas, las primeras noticias de la sublevación en Marruecos del Ejército de África, aquellas tierras ardientes, de Melilla a Larache, de Ceuta a Nador, de Tetuán a Chauen, ya se habían empapado de la sangre de los leales a la República, militares y paisanos.

Cerca de 200 personas fueron asesinadas en el Protectorado durante la primera noche de terror fascista [Intervengo brevemente aquí para recordar que esa fue más o menos la cifra de muertos provocada por los salvajes atentados terroristas del 11 de marzo de 2004 en los trenes de Madrid]. Entre ellas, el Jefe de Seguridad de Ceuta, teniente De Prado, cuyo cuerpo apareció a los muros de la prisión de El Hacho con dos tiros en la nuca. Su primo, el soldado Antonio Granados, fue detenido en Melilla por los sublevados y, recluido en el Hospital O’Donnell de esa ciudad, pudo ver en una de sus salas los primeros montones de desaparecidos de la Guerra de España. Eran militares leales a la República:

“Tenían los rostros desfigurados y algunos los ojos abiertos. No se podía saber el grado militar porque de los desgarrados uniformes habían sido arrancadas las estrellas y demás distintivos”.

El Delegado del Gobierno en Melilla, Jaime Fernández Gil de Terradillos, que logró escapar a Tánger tras varios meses de reclusión esperando la muerte, relató en su informe sobre las matanzas perpetradas por los sublevados en Melilla la desaparición de hasta veinticuatro de sus compañeros de cautiverio, y describió los pormenores de esa primera represión erradicadora y ciega que, dirigida por el coronel Solans Labedán, ejecutaron los falangistas:

“El depósito de cadáveres del cementerio estuvo totalmente lleno algunas semanas. Un largo desfile de personas, cuyos familiares habían desaparecido de sus casas, examinaban con ansiedad y temor los cadáveres alineados. Cuando estos desfiles empezaron a ser más continuos, como ellos permitían conocer sus “modos de actuar”, fueron cortados, prohibiendo la entrada al cementerio”.

La escena descrita en el último párrafo del texto de Torres se corresponde fielmente con tantas otras que, lamentablemente, hemos tenido que presenciar a través de la pantalla de nuestro televisor; la diferencia es que ésta tenía lugar en España y los “cadáveres alineados” eran de españoles. Escribo hoy día 18 de julio de 2011 en una España en la que esta fecha es ya afortunadamente la que viene después de la del 17 y antes de la del 19 de julio. Sin embargo, muchos de los desaparecidos de nuestra contienda civil lo siguen siendo y probablemente así seguirán por siempre jamás, y sus huesos se amontonan, aunque no precisamente alineados, en las cunetas, barrancos y cementerios de nuestro país. El cuerpo me pide poner el DVD de “El Planeta de los Simios”, el indiscutible clásico de la ciencia ficción dirigido en 1968 por Franklin J. Schaffner, y buscar con el mando su impactante última escena. No la veo entera, la quito justo después de que Charlton Heston (a quien profeso tanto aprecio en lo cinematográfico como poco en lo personal), demolido por el terrible descubrimiento de que el extraño planeta donde cree estar es en realidad el suyo (terrible como la constatación de que en tu propio país también hay desaparecidos), hinca sus rodillas sobre la basculante espuma del mar y la fina arena de la solitaria playa, y grita desesperadamente a los cuatro vientos una frase que debería resonar con fuerza imperecedera en nuestros oídos cada 18 de julio : “¡Maldigo las guerras!”.


EPÍLOGO.

El País, domingo 17 de julio de 2011 [p. 16]

“Enterrados 72 años después un grupo de fusilados del franquismo. Al volver del frente a sus casas el 3 de abril de 1939, 16 hombres de Menasalbas (Toledo) fueron sorprendidos por vecinos de su pueblo que durante la contienda se habían hecho falangistas, y asesinados frente a la tapia del cementerio. El Foro por la Memoria exhumó los cuerpos en julio del año pasado y ayer se los entregó a sus familias para enterrarlos, ahora bajo una lápida y con su nombre y apellidos, en el cementerio (…) El más joven de los asesinados tenía 14 años y el mayor, 60”.

1 comentario:

  1. Leyendo como estoy "La Guerra Civil" de Paul Preston recupero esta estupenda entrada tuya. Mi preocupación es cuántos de los nombres que apoyaron el golpe de estado fascista y la masacre posterior son aun pilares de nuestra sociedad. Es cierto que hoy el 18 de julio no es más que el día entre el 17 y el 19 pero la sociedad que nació aquel día sigue vigente en muchos sentidos.

    Saludos

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